martes, 24 de enero de 2012

LA FLOR DE TÉ


Marta apoyaba su frente contra el frío cristal, sus ojos entrecerrados casi no veían las gotas de lluvia que empapaban los cristales con sus caminos serpenteantes, solo notaba el calor de su aliento, que al golpear contra estos ascendía hasta su pálida cara.

La rodeaba el silencio y la luz parpadeante y cálida de las velas esparcidas por toda la casa, todo tenía un olor familiar y acogedor. Se trataba del aroma del té recién hecho con su ligero toque de cardamomo.
La taza esperaba humeante en la repisa de madera de la ventana mientras su mente fantaseaba sin parar.
Su mente estaba completamente absorta en la imagen de la flor de té que había dispuesto unos minutos antes en la tetera; estaba realmente fascinada por ese movimiento lleno de vida en una cosa por definición ya inerte que había abierto sus pétalos pasando de ser una bola redondeada y grisácea a una bonita flor en tonalidades violetas.
No sabía el porque pero una lágrima caliente recorría despacio su mejilla derecha.
Esa flor, quería ser ella.
Esa flor, deseaba ser ella.
Esa flor, tenía que ser ella.
Lo deseaba con todas sus fuerzas, necesitaba emular a esa pequeña flor de té que aparentaba estar muerta para después en unos segundos dejarnos a todos prendados de su renacer esplendoroso ayudada solo con unas gotas cálidas del líquido elemento.

Hacia tan solo unos meses, ella era una mujer viva, llena de sueños e ilusiones, cuando un feo y desapacible día de septiembre recibió el tremendo golpe de un diagnóstico desfavorable en una blanca y fría sala de consultas médicas.
Tenía un tumor en el útero y debía inmediatamente pasar por quirófano y extirparlo.
Fue duro y desalentador darse cuenta de que su vida familiar, social, laboral….quedó detenida de golpe en ese instante y por tiempo indefinido.
A partir de ese momento solo podía centrarse en la operación y en la dura rehabilitación posterior con quimioterapia.

Maldita quimioterapia que la dejo exhausta, sin ganas de comer, de moverse, de mirarse al espejo.
Maldita quimioterapia que dejo su piel reseca y sin luz sus ojos.
Su cuerpo esbelto y musculado quedo convertido, en cuestión de semanas en un guiñapo delgado, casi famélico, reseco y arrugado.

Su cabeza seguía dándole vueltas a todas estas cosas mientras saboreaba su taza de té con pequeños y reconfortantes tragos. Pero sobre todo se veía, en un pequeño rincón de su cabeza, como la diminuta imagen de la flor de té que le gritaba que no se preocupara que se convertiría en ella en un futuro no muy lejano.
Su cuerpo volvería a florecer, a tener luz, vida, calor y sobre todo alegría por vivir.
Secó decididamente sus lágrimas con el dorso de la huesuda y pálida mano. Su cara esbozaba una ligera sonrisa y sus ojos tenían una clara determinación, por supuesto que saldría adelante.
Al mirar nuevamente por la ventana vió suaves rayos de sol que se aparecían timidamente tras las nubes de lluvia, tenuemente pero ahí estaban.
Era una buena señal que hasta un nuevo sol acudiera a recibirla con su calor.

Noe


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