Hoy os traigo un artículo de hace unos meses en este tan traído y llevado tema de los antisistema, violentos y "perroflauta" como ellos llaman a las personas que salen a la calle a defender los pocos derechos que nos quedan.
Antisistema (o
movimiento antisistema, o
grupo antisistema) se refiere a aquella persona o grupo de personas con una
ideología disconforme con el
orden político o social establecido, que mediante reivindicaciones o acciones tratan de cambiar el
statu quo.
Hasta aquí todo muy razonable y necesario según mi forma de ver.
Que vaya por delante que reconozco que también hay gente que se mete en esos grupos para hacer mal, pero son una minoría y como tal hay que tratarlos.Los demás son los verdaderos héroes que se juegan el tipo ante pelotas de goma y mala leche personificada en porras policiales.
Criticamos por igual a quien se manifiesta que a quien roba el dinero de las arcas publicas de este país ya hundido en la crisis, y siento mucho decirles que no son lo mismo ni hacen el mismo daño.
Noe.
Los antisistema son ellos
"La urna era un grial de finísimo cristal y yo no quería romperlo. Allí
estaba delante sin mácula. La recuerdo con la ilusión de un aspirante a adulto
y con el orgullo del que se mira al espejo en el día de su graduación:
aquella
primera vez en que fui a votar y metí la papeleta por la ranura fue como
mandarle una carta de amor a la primera novia: "Querida
democracia", un corazón grabado en el bíceps y todos esos empalagues...
Para toda una generación que, por edad, nunca tuvimos que combatir la
dictadura,
la democracia era de esas cosas seguras que siempre dabas
por hecha. Como la salud de mamá, los cromos de los Phoskitos o la
catequesis de los sábados.
Hasta que fue pasando el tiempo -ay
progreso- y le vimos la tonsura al invento.
Conozco a políticos honrados que duermen cinco horas al día y que ganan
menos de lo que merecen. También tengo buenos amigos que me dicen que echarle
una feroz rehala de palabras a las canillas de esta partitocracia es incendiar
lo que queda de monte -más bien poco, ya ven-. Que zumbarle a la clase política
es llenar de minas este suelo yermo en el que algún día debería crecer la
hierba.
No estoy de acuerdo: el paisaje postapocalíptico que vemos no es cosa de los
que vamos con el mantelito y la tortilla, no, sino de los que vinieron con el
mechero.
No es antisistema el que pide una democracia radical, sino el que
trata de enjaularla y domesticarla con cacahuetes.
Antisistema son
los que en privado hacen acopio de lo público.
Antisistema son
los presidentes de Gobierno que no admiten preguntas,
acostumbrados ya a no tener que responder nunca de nada.
Antisistema son
los que utilizan las instituciones como fueraborda y
no como salvavidas. Antisistema son los que con una mano juran la
Constitución y con la otra le hacen un tacto rectal.
Antisistema son los comisionistas y conseguidores, los que se saben a salvo
cada cuatro años, los que no denuncian a la primera,
los que cogieron
el regalo, fuera grande o pequeño.
Antisistema son
los utilizan el carné del partido como un ábrete
sésamo, los periódicos que siempre dicen amén y hasta el mecánico que
te pregunta que si vas a querer factura.
Antisistema es el que sabe y calla, el que vio y se hace el ciego.
Antisistema
son los que llevan los colores de la bandera de España en una pulsera y luego
se llevan el dinero a Suiza. Antisistema son ellos. No usted ni yo.
Están los tiempos tan crudos, que sólo nos queda el santoral
íntimo de cada cual y algunos versículos como cirios. "Dimitir no es
un nombre ruso", reza una pintada en una tapia de Sevilla a cuenta de esta
basura. Rábago nos ilumina con un perroflauta meditando:
"Toda la
vida tratando de derribar el sistema y ahora resulta que se cae solo".
Yo aun recuerdo aquella mañana en que fui a votar imbuido de confianza y
creí que estaba cambiando el mundo. Y también todos esos días antisistema que
vinieron después y que me destrozaron los sueños."
Pedro Simón.