Para terminar el
fin de semana, un maravilloso cuento.
Todo cuenta,
todo vale...
“Cierto día, caminando por la playa, reparé en un hombre
que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba a la mar.
Hacía lo mismo una y otra vez.
Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que lo que el hombre
agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y, una a
una, las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigada, le pregunté sobre lo que estaba haciendo, y me
respondió:
-Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al
océano. Como ves, al bajar la marea, estas estrellas se han quedado en la
orilla. Si no las arrojo al mar, morirán aquí por falta de oxígeno.
-Entiendo -le dije-, pero debe haber miles de estrellas de
mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas y quizás no te
des cuenta de que esto sucede seguramente en cientos de playas a lo largo de la
costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?
El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina, y
mientras la lanzaba al mar, me respondió:
-Para ésta sí lo tuvo.”
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