"La
forma que don Gregorio tenía de mostrarse muy enfadado era el silencio.
"Si
vosotros no os calláis, tendré que callarme yo".
Y
se dirigía al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí.
Era un silencio prolongado, descorazonador, como si nos hubiese dejado
abandonados en un extraño país. Pronto me di cuenta de que el silencio
del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que él
tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja
de papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y la diástole
del corazón. Todo conectaba, todo tenía sentido. La hierba, la lana,
mi frío. Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos
quedábamos atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex.
Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por primera vez el
relinchar de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomos de
los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de Los Alpes, camino
de Roma. Luchábamos con palos y piedras en el Ponte Sampaio contra las
tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras. Fabricábamos hoces y
rejas de arado en las herrerías del Inicio. Escribíamos cancioneros de
amor en la Provenza y en el mar de Vigo. Construíamos el Pórtico de la
Gloria. Plantábamos las patatas que habían venido de América. Y a
América emigramos cuando llegó la peste de la patata".
Manuel
Rivas, La lengua de las mariposas.
Por esos maestros que aún perduran en nuestras memorias, por que nos empujaron a seguir estudiando, por que nos hicieron crecer....
Noe.
Noe.
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